lunes, 20 de junio de 2016

Algunas precisiones

Esta fotografía (tomada de la Agencia AP, lo mismo que la siguiente)
fue tomada aquí:

Y esta otra
acá:

La primera (donde los policías se repliegan pasando el puente Nochixtlán II) fue tomada a las 10:43 del domingo 20 de junio de 2016, mientras que la segunda (la muy difundida donde se ve un policía con un arma resguardándose en la Vulcanizadora "Reyes") a las 13:28 del mismo día. El policía apunta hacia un lugar fuera del camino que lleva de la gasolinera a la esquina de Cristóbal Colón, por donde pasaron al replegarse, como pueden verificar usando Google Street View. Un camión tapa la vulcanizadora, pero si se mueven un poco hacia adelante verán que esa cara del edificio mira hacia el este.

sábado, 18 de junio de 2016

Carta abierta dirigida a presidentes municipales y gobernador de Oaxaca, y al Presidente de la República de los Estados Unidos Mexicanos

Creo que, si bien no tienen ni pueden tener un control directo sobre los detalles del día a día en nuestra nación, que por momentos se torna tumultuosa, su papel como símbolos o representantes del gobierno es fundamental para que los eventos tomen el mejor cauce. Es por ello que les dirijo este mensaje, en el que prima mi punto de vista. Sé que no me faltarán detractores que argumentarán que no conozco todos los hechos. ¿Y quién sí? Con probabilidad muy cercana a uno no saben todos los míos. Por ello insisto en que hablaré desde lo que he visto y escuchado directamente. Es decir, de lo que tengo alguna evidencia.

Desde mi nacimiento el gobierno de mi país normalmente ha facilitado mi existencia, y se lo agradezco profundamente. En particular, cuando pienso en los testimonios de Marcos Moshinsky, un reputado físico que adoptó con vehemencia la nacionalidad mexicana, pese a que otros países le ofrecieron quedarse con ellos para acrecentar su muy madura ciencia y tecnología. Él, sin embargo, siempre se ufanó de que nuestro país lo cobijó, haciendo algo tan trascendental como consignarle un nombre y una nacionalidad, cosa que no hizo su tierra natal. Correspondió este gesto ampliamente ayudando a consolidar el estudio de la física y la ciencia en general en nuestro país.

Yo nací en el Hospital General de Zona No. 1, en la ciudad de Oaxaca, acorde con las prestaciones con las que contaba mi madre como trabajadora del gobierno del estado. Recibí una educación básicamente gratuita (salvo por cuotas de padres de familia, que probablemente nunca desaparezcan pese a lo que marca la ley) en la Escuela Primaria Urbana Federal “Francisco J. Múgica”, y no me tocó que mis maestras faltaran a clases, por lo que la califico como buena y suficiente. Defiendo esta perspectiva porque aprendí a leer y a comprender, la aritmética básica pese a mi dificultad con ella, la geometría elemental de las construcciones de Euclides, las fórmulas para las áreas y perímetros básicos, lo mismo que de cuerpos tridimensionales sencillos, las capitales de todos los países (aún si con fronteras de algunas décadas de edad) y otros datos geográficos básicos, los axiomas de los campos ordenados (aunque no los llamaba así mi maestra de sexto), relaciones de proporcionalidad directa e inversa, entre otras muchas cosas, y de las que he escogido las que más me han marcado. De la historia no me quedan buenos recuerdos, en particular por su predilección por la de la Ciudad de México, pero probablemente no tienen la culpa las escuelas: por ahora son extranjeros los que mejor la conocen en lo que a nuestros pueblos concierne, y ni siquiera los supuestos defensores de la educación tienen mucho interés en diseminarla desde un punto de vista basado en evidencias y el método científico.

Mi padre es ingeniero civil (y, por cierto, es egresado del ahora Instituto Tecnológico de Oaxaca, que también es público), y durante muchos años concursó y ganó la construcción de muchas escuelas, que ahora se pretenden manejar como si pertenecieran a unos cuantos, cuando son propiedad de la nación. Digo esto porque tengo noticia de que, cuando los padres de familia de alguna de ellas deciden reemplazar a maestros que no dan clase por otros que sí lo hacen, los amagan y ocupan las instalaciones por la fuerza.

Jamás el gobierno, en su forma policial, me ha restringido el paso o me ha detenido arbitrariamente. En algunas ocasiones he pasado por retenes militares, pero me han tratado con respeto y profesionalidad (aún si no con cordialidad) y no me han privado el paso. Durante la ocupación del Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca en 2006, crucé un punto de control de la polícia, pero también sin incidentes. Tampoco me han levantado infracciones automovilísticas injustificadas.

Mi educación secundaria y de bachillerato la tomé en escuelas privadas, debido a que el arduo trabajo de mis padres les permitió asegurármela, y nadie les restringió hacerlo. Hice exámenes de admisión en una secundaria pública, pero no pude superar la parte de educación física y me hicieron saber que por ello estaba comprometida mi inscripción, y en consecuencia no insistí en ella. En otras palabras: tanto mis padres como yo tuvimos la libertad de elegir lo que juzgamos mejor y conveniente para nosotros, sin afectar a terceros ni que se nos fuera impedido.

Un gobernador del estado de Oaxaca tuvo el acierto de fundar dos universidades públicas, gratuitas para quien no puede pagarlas, y para mi formación profesional acudí a una de ellas. Nuevamente: nadie se interpuso en mi paso por ellas, e insistí en cubrir la colegiatura mensual porque mi familia estaba en condiciones para ello. Sí hubo, sin embargo, en algunas ocasiones bloqueos en las carreteras por las que pasaba cuando me dirigía en camioneta para ir a estudiar, que cobraban derecho de paso pese a que no tienen funciones de gobierno. Quiero añadir y remarcar aquí que esta universidad pública hizo posible realizar mi sueño de estudiar matemática y sin salir de mi estado, algo que quizá nadie hubiera imaginado a finales del siglo pasado en mi amada tierra natal.

Tal vez es a partir de este momento donde empecé a sentir la ineficacia burocrática del gobierno, cuando fue difícil que me repusieran mi cartilla militar, documento indispensable para la emisión del título profesional. También el trámite de mis cédulas profesionales fue engorroso, particularmente porque hubo cambios veleidosos en el formato de servicio social. No obstante, no constituyeron barreras insuperables.

Hablo de cédulas porque hice estudios de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México, que también es una universidad pública. Cuento a su burocracia entre la más lerda con la que me he topado, lo que comprueba que no necesariamente todo lo que es ajeno al gobierno nacional es bueno. Pero, insisto, tampoco constituyó precisamente un via crucis insalvable.

Cuando busqué trabajo lo encontré. Cuando necesité darme de alta ante Hacienda lo hice y fue relativamente rápido, y con gusto pago mis impuestos porque me consta que se traducen en servicios: alumbrado público, drenaje, escuelas, hospitales, canchas deportivas, etcétera. Con mucha seguridad no hay una eficiencia perfecta, hay corrupción, robos, desvíos, pero hay servicios. El único lugar que he visitado donde posiblemente no los hubiera todos es Magdalena Jaltepec, pero mi principal indicio es que no encontré un teléfono público de monedas o tarjeta.

Una universidad pública me dió un trabajo estable y con paga decente, con la que he podido mantener a mi familia. Mi relación laboral con mi patrón está amparada con un contrato, que hasta escribir estas líneas no lo ha incumplido (salvo, posiblemente, en una ocasión en que pagó con retraso de un par de días la quincena, pero hasta donde entiendo y me consta fue una circunstancia fuera de su alcance). También me da seguro social y acceso al crédito gubernamental para vivienda.

Tal vez goce de una situación privilegiada, donde nada me ha impedido seriamente desarrollarme como persona y, más bien, mi camino ha sido facilitado a través de becas y apoyos de organismos como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Sin embargo, esto no ha sido consecuencia directa de mi extracción social: dos de mis abuelos fueron huérfanos de ambos padres desde muy niños. Notables excepciones a la libertad de la que hablo han sido aquéllas en las que los objetivos de algunos pocos impide el libre paso de personas y mercancías, les niega el derecho a la educación a los niños o cobra cuotas de paso, como si no existiera ya quien regule la convivencia entre los ciudadanos. Por cierto que me consta el estado ruinoso de la educación básica de la población joven, porque los recibo como alumnos. Les pregunto directamente por los conocimientos que adquierieron en la primaria y secundaria, y es común que no puedan recordar haberlos obtenido o afirman categóricamente no haberlos recibido. Si sus profesores son tan excelentes, ¿cómo es posible que no logren un aprendizaje efectivo y duradero en promedio? Ese hueco es la causa de que mi enseñanza tampoco pueda ser de la calidad esperada. Es bueno, creo, que me agraden los retos y que tenga una fe perenne en la juventud que encuentro en las aulas para sobreponerme a ello.

Deposito una buena parte de mi confianza en el gobierno, pues no tengo por qué decir que no se la ha ganado. Por eso, en 2006, pedí ante la Presidencia de la República resolvieran el intolerable sitio de la capital de mi estado, y en el papel me respondieron; tal vez también lo trataron de hacer en los hechos. He intentado lo mismo hace unos años con problemas semejantes en la carretera que conecta a la universidad en la que trabajo con el pueblo que le queda más cercano con el gobierno estatal, pero sin respuesta. En esta ocasión también me comuniqué con la presidencia de la República. Redirigieron mi petición a la Sep, y ésta última la remitió al Ieepo. No me puedo quejar de no ser escuchado, pero sí de ser malinterpretado: no me inconformaba por la calidad de la enseñanza de los maestros, el estado de las escuelas o cobros indebidos de cuotas, sino por presuntos maestros y ciudadanos que bloquean arbitrariamente las vías de comunicación, entorpeciendo la vida universitaria de la institución en la que trabajo.

Hablé también con uno de los que participaba en el bloqueo, que en ese momento le dirigía un mensaje al resto, y le pregunté tan amablemente como pude si era posible negociar un retiro del bloqueo. Después de su hiperbólica respuesta (lo que entendí de ella es que en parte alegaba que el gobierno no deseaba dialogar), insistí en preguntar si se retirarían, y hasta entonces recibí un “no” por respuesta.

No quiero extenderme más. Solamente quiero que el gobierno, por instrucción de quienes lo encabezan, resuelva el problema particular de que una fracción de la población estatal cuya magnitud no es mayor al 1% decida y controle el destino del resto, en lo presente por medio de pérdidas económicas directas, y en el futuro, a consecuencia de una juventud incapaz de comprender y transformar la realidad que le rodea. Si por razones desconocidas e inexplicables para mí no pueden hacerlo por medio del legítimo uso de la fuerza, entonces por lo menos apéguense al Satyagraha predicado por Gandhi. Divulguen con mayor energía los puntos debatidos de las llamadas reformas estructurales, para asegurar que por lo menos no hay ambigüedades en las intenciones de los unos y los otros, y la población en general no pueda quejarse de no conocer las dos versiones de la historia. Insistan en la máxima “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Los que ven conflicto, dicen desear la paz. Pídanles que hagan honor a dicho concepto.

Quiero, pues, seguir confiando en las autoridades.

Atentamente,

Octavio Alberto Agustín Aquino

jueves, 9 de junio de 2016

Más vale paso que dure... (2)

En un tuit reciente, una de mis heroínas dijo:
Luego, agregó:
Esto no dejó de decepcionarme un poco. Sé que se trata de añadir algo de humor a su recorrido, pero la broma no me causa suficiente gracia. Es por eso que le respondí que Monte Albán y Mitla literalmente te vuelan los sesos con el cómo fueron construidas. Daré en esta ocasión los detalles respecto a la primera zona, y en otra respecto a la segunda.

Es bien sabido que el cerro donde se ubica Monte Albán fue tajado para construir el centro ceremonial, empezando alrededor de 500 a. C. Según mis tanteos con Gogl Maps, el área final de la planicie artificial es $A_{1} = 1.4\times 10^{5}$ metros cuadrados, quedando a una altura de $300$ metros sobre el nivel que están los pueblos adyacentes de Ixtlahuaca y Arrazola. Si tomamos como referencia los $h=41$ metros de la estructura más alta de la zona arqueológica como la probable altura del pico excavado, y a la misma plataforma norte con sus $A_{2}=1.4\times 10^{4}$ metros cuadrados de área como la parte superior de un cono truncado que posiblemente era el monte original, el volumen de tierra a extraer es de \[ V = \frac{1}{3}h\left(A_{1}+A_{2}+\sqrt{A_{1}A_{2}}\right) = 2.696\times 10^{6} \] metros cúbicos. Considerando que la densidad media de la tierra es $1.35$ toneladas sobre metro cúbico, estamos hablando de mover unos $M=3.6$ millones de toneladas de material. Si se observa la fotografía satelital, se alcanza a distinguir que la mayor parte fue arrojada por la ladera oeste del cerro.

La energía necesaria para realizar esta tarea es equivalente a la requerida para hacer descender toda esa masa concentrada en el centroide del cono truncado hasta el nivel del piso. Para facilitar el cálculo, vamos a suponer que las tapas son circulares con radios $R_{1} = 211.1$ y $R_{2} = 66.8$, de modo que el centroide está a una altura de \[ \overline{z}=\frac{h}{4}\frac{R_{1}^{2}+2R_{1}R_{2}+3R_{2}^{2}}{R_{1}^{2}+R_{1}R_{2}+R_{2}^{2}} = 12.5 \] metros. Por lo tanto, la energía necesaria es $Mg\overline{z} = 4.4\times 10^{14}$ joules, o algo así como $1\times 10^{11}$ kilocalorias. Según WebMD, una persona que realiza un trabajo pesado necesita unas $6000$ kilocalorias adicionales al del metabolismo basal en un jornal de diez horas. En consecuencia, para lograr rebajar el cerro en un día se necesitaría una muchedumbre de unos 17 millones de personas. Sin embargo, la población sólo llegó al orden de unas quince mil hacia el final del Preclásico, por lo que lo más probable es que fuera un esfuerzo sostenido durante siglos para lograr la obra. Si se hubiera realizado durante unos tres siglos, se requeriría una cuadrilla de unas ciento cincuenta personas laborando diario; esto sin tomar en cuenta la construcción propiamente dicha de los templos, plazas, juego de pelota y la propia subida del monte. ¿No es esto comparable con el afán de las hormigas?