viernes, 1 de julio de 2016

Carta abierta al pueblo oaxaqueño

Cuando escribí la carta previa, dirigida a los representantes del gobierno, nunca habría imaginado lo fallido de la incursión de las fuerzas federales al retirar un bloqueo en Asunción Nochixtlán, que ocurriría al día siguiente. Si bien son inaceptables las muertes de ciudadanos, ajenos o no a las organizaciones magisteriales, tampoco son entendibles ni justificables las heridas de los policías o los impactos de bala en sus helicópteros. He solicitado ante el Inai el acta notarial donde consta que al principio la policía no portaba armas ni toletes, pues el comisionado general de la Policía Federal, Enrique Galindo, afirmó que existe. No veo cómo podrían demostrar fehacientemente los otros involucrados que nadie portaba armas de fuego, pero espero hagan lo posible para lograrlo. Además, aún si son elementales, las piedras, palos, cohetones y bombas molotov son armas que pueden inflingir graves heridas y, en ciertos casos, la muerte; en especial si son esgrimidas por multitudes enardecidas.

Dado el giro que han tomado los acontecimientos, intuyo que intereses extremadamente turbios manipulan al pueblo oaxaqueño y sus circunstancias. Por ejemplo: aún cuando el gobierno debe mantener la postura de buscar que la ley prevalezca, no es válido que quiera usarla con fines políticos y electorales; tampoco debe mitigar disturbios usando armas de fuego y debe esforzarse en divulgar la información que la gente necesita en cuanto a su actuación. Por otro lado, de primera mano sé que los profesores llaman a padres de familia a escoltarlos y proveerlos de comida, lo cual no tiene sentido si se supone trabajan en el interés de la gente; los expone, como ya es evidente, a un peligro mortal e innecesario, sin mencionar las presiones económicas adicionales a las que los someten. Finalmente, hay grupos que llaman a un nocivo levantamiento en armas, que la historia ha demostrado contundentemente no conduce a una mejora real de las condiciones de vida de las naciones, sino a una simple rotación en el poder.

Los maestros en paro admiten, en discursos, pintas y consignas, que la educación es el modo verdadero de luchar contra los malos gobiernos. En esto tienen razón en grado sumo, y es por ello que no comprendo por qué suspenden su labor educativa antes del periodo vacacional. Por medio del ejemplo y enseñanza, tienen la capacidad de entregar a sus alumnos el gran poder del razonamiento crítico, indispensable para no ser presa de los engaños y la mansedumbre que tanto desprecian. Insisto aquí en el valor de la lógica y la evidencia más allá de la duda razonable para guiar los actos en lo individual y lo colectivo, y que deben aplicarse tanto a las fuentes gubernamentales como al testimonio de quienes contienden contra ellas. El compromiso de los maestros con estos principios y su puesta en práctica en las aulas es crucial e irrenunciable para el progreso de nuestra nación.

Adyacente a este tema se ubica el de la privatización de la educación. Con esto se refieren, confiando en mi comprensión del asunto, a que empresas particulares se convertirían en las únicas encargadas de proporcionar servicios educativos. Pero, en contraparte, los frecuentes paros y su deficiente calidad (por los motivos que sean; de cualquier manera no se puede corregir o aprovechar lo que no se hace o se practica) han orillado a muchas familias a satisfacer esta demanda con la iniciativa privada. Baste decir que, según datos de la Sep, se multiplicó por 1.53 en educación preescolar, por 1.29 en primaria y por 1.28 en secundaria la matrícula de escuelas privadas entre el ciclo escolar 2006-2007 y el 2007-2008, cuando ocurrió el más prolongado y ríspido plantón magisterial previo al actual. De continuar con esta tendencia, en pocas décadas la educación quedará paradójicamente privatizada para efectos prácticos.

Es un hecho documentado por John Hattie y otros investigadores, a través de metaestudios que combinan miles de artículos científicos, que es necesario fijar mínimos de desempeño para mejorar la educación, y que los actores que más influyen en el resultado del proceso educativo son los maestros, los temarios, los métodos de enseñanza y los estudiantes, en ese orden, y primordialmente a través de una retroalimentación mutua. Los maestros piden no colocar la responsabilidad entera sobre ellos en cuanto a los resultados deficientes, y como tampoco suena justo adjudicársela enteramente a los alumnos, ¿dónde ha de recaer entonces, de modo que haya una transformación real e inmediata de la situación? ¿En los temarios? Apenas he oído quejas al respecto, y además es una cuestión separada en sí de la reforma educativa. Además, ¿qué retroalimentación puede haber entre maestros y alumnos si no tienen clases? Si la educación y la enseñanza no es evaluada de alguna forma, ¿cómo conocerán el efecto que tiene su labor en los estudiantes?

Es verdad que las condiciones escolares muchas veces no son las mejores. Hay que llegar a comunidades que se ubican a varias horas a pie, y que hay alumnos que no tienen la misma lengua materna que el maestro. Igualmente es común que los niños tengan que caminar horas y sin desayunar para ir a los planteles, y eso retrasa en inicio de la jornada escolar. Sin embargo, ni siquiera en el más adverso de los escenarios esta circunstancia rebasa al 40% de los casos, que es la proporción de poblaciones con menos de 1000 habitantes, según mis cálculos con datos del Inegi.

Se ha dicho que los estragos de las movilizaciones son el precio justo a pagar por la búsqueda de una sociedad mejor. No obstante, para prácticamente la mitad de la población oaxaqueña (la que está en los ramos de la construcción, comercio y servicios, que según datos del Inegi es poco más del 49%), y que en su mayoría no pertenecen al decil de los ingresos más altos, significa privarse de una parte de su ingreso y encima pasar por carestías tanto de insumos para sus trabajos como de alimentos de la canasta básica. En un movimiento que aspira a llamarse democrático o incluyente, no se ha pedido la opinión de este significativo sector de la población.

Temo que esta argumentación es, de cualquier manera, inútil, pues cae principalmente en oídos sordos o ideológicamente blindados. Pero tengo esperanza en aquellos que, leyéndome, puedan adherirse a una causa moderada, que no pasa por las tácticas de una guerrilla urbana. Según la Coneval, la población moderadamente pobre en nuestro estado ha aumentado entre 2012 y 2014 del 61.9% al 66.8%, y en cuanto a pobreza extrema se ha pasado de 23.3% al 28.3%. Es verdad, sin duda, que la mayoría de los oaxaqueños tiene algún grado de pobreza y la perspectiva no es alentadora, pero acciones tan desmesuradas como las de los días recientes no ayudan en lo más mínimo a mejorarla; en especial, si los padres de familia oaxaqueños, preocupados por la educación de sus hijos, llegan a la previsible conclusión que deben jugarse el todo por el todo para pagarla a pesar de lo que diga la Constitución y las leyes secundarias.

Con mucho respeto y fraternidad,

Octavio Alberto Agustín Aquino